martes, 3 de julio de 2007

Interfaze/se/ce

Ver También: "Interfase/ce/ze: proyectamos aquello que nos define"

Son muchos los factores biológicos y psíquicos que intervienen en la definición del Hombre como portador de Cultura, y básicamente lo hace tal, el hecho de contar con capacidades potenciales para desarrollar y materializar un proceso de significación. La mente operó siempre como máquina simbólica, permitiendo al ser humano hacerse notar desde el principio por su capacidad para proveerse de instrumentos que resuelvan sus necesidades. Esto equivale a colocar al Hombre frente al Mundo Natural del cual también es parte, con la particularidad de constituirse como individuo capaz de penetrar y traducir el entorno en función de su propio beneficio. Más allá de las particularidades de las cuales se valió para penetrar y traducir el Mundo, desde un principio, el Hombre fue sólo capaz de interpretar o generar interfaz: un espacio en el que se articula la interacción entre Su cuerpo, el artefacto del cual se vale para modificarlo y el objetivo de la acción que se propone (de acuerdo lo explica Guy Bonsiepe).
A raiz de esto, es posible ver diferentes disciplinas con teorías propias que llevan a comprender la manifestación concreta de “la Cultura” desde muchos puntos de vista y definir al objeto arqueológicamente como utencillo, donde la interfaz es un valor constitutivo que permite utilizarlo según su contexto, permitiéndole además informar propiedades que lo definen. O bien, pensar la lógica de objeto como prótesis del cuerpo humano, y a éste como una realidad rediseñable en el que si la prótesis, además, se toma como elemento de identificación, a su vez se transforma en interfaz comunicativa del individuo, enriqueciendo el proceso cognocitivo de los sujetos que intervengan en determinada red de signos. Bajo este punto de vista, al Mundo Artificial podemos entenderlo como instrumento de transformación corporal: otra forma de explicar la retroalimentación que sucede cuando el Hombre da forma al proceso de cultura y luego la Cultura forma el individuo. En este sentido, Benedetto Gravagnuolo en referencia al diseño de interfaz interpreta que “los individuos se representan a sí mismos a través de los objetos”. Interfaz incluye una perspectiva netamente discursiva; incluye en sí misma una estructura narrativa y la dinámica de diálogo propia de cualquier lenguaje. Es un discurso pluridireccional de los objetos y los sistemas que estos generan, articulados en forma semántica y sintáctica y conformando un lenguaje determinado, que, por lo tanto, inciden directamente en la conducta de los individuos.
James Gibson en su teoría de la “visión ecológica” define el término de affordances: “las superficies en sí mismas hacen visible al sujeto las disponibilidades y recursos del objeto gracias a su configuración”. Gibson desarrolló su trabajo basado en las teorías de Berkeley, quien sostenía que “la finalidad de la visión es preveer el beneficio o daño que cuerpos distantes puedan producirnos”. En el diálogo que compartimos con el entrono, algunas “affordances” se captan directamente y otras deberán ser aprendidas, sofisticando continuamente la información y retroalimentación que se genera en la tríada sujeto-objeto-entorno. Gibson, además aporta elementos para entender el concepto de visión propioceptiva, donde la vista incluye información relativa sobre el observador, y a su vez el resto de los sentidos (oído, olfato y tacto) también informan a cerca del individuo, generando una ego-recepción que constituye, según él, una sensibilidad del YO, donde la relación fundamental en este “pacto” cuerpo/mundo es la posibilidad de orientarnos: alto/bajo, derecha/izquierda, delante/atrás. También debería conciderarse (Gibson no lo hace) el binomio dentro/fuera y el trinomio temporal pasado/presente/futuro, ya que la interfaz implica considerar al individuo y el reparto de su subjetividad, su saber pasado, presente y proyectado; entre su necesidad (aspecto motivacional) y su poder (aspecto de facticidad).
Para el desarrollo de la investigación realizada junto a la sociologa Susana Saulsquin, fue necesario acotar ciertos términos de referencia, que a su vez permitieron una lectura pulida respecto al tema:
En principio definimos como sujeto al individuo capaz de interactuar de algún modo con el entorno y obtener un resultado directo del “objeto/signo”.
Respecto al objeto definimos que es todo aquello que mantiene una relación forma-función-tecnología y es vehículo de signo (signo: cosa que evoca en el entendimiento la idea de otra). Entenderlo como “artefacto”, es entenderlo como cualquier producto humano portador de “cultura”, desde el lenguaje hablado hasta los sistemas artificiales más complejos. El objeto como tal es aquello de lo que el hombre se vale para llevar a cabo el objetivo de una acción, la cual siempre será suplir una necesidad consciente o inconsciente.
Respecto al entorno definimos que se trata del espacio donde se genera, o se gesta, la interfaz. Este puede ser “material”, aquel que corresponde al entorno concreto que nos rodea, en el cual se desarrolla una interacción psicomotriz entre sujeto/objeto, como en el caso de manipular herramientas, transitar ejidos urbanos...etc.; puede ser “virtual”, propio de los entornos electrónicos, como en el caso de navegar en páginas web, informarse a través de la televisión o bien transitar un espacio de realidad virtual; y por último el espacio “intra-subjetivo”, propio del entorno psicológico en el que interactúan las subjetividades dentro de marcos preestablecidos grupalmente como en el caso de las convenciones, los usos, las costumbres o bien el compartir determinadas metas y objetivos. El entorno es una “malla/red” donde se articulan e interactúan los sujetos y objetos a modo de texto.
A su vez detectamos que existirían tres formas de definir la interfa/c/s/ze de acuerdo a conceptos propios de la química, la electrónica y la psicología. En el caso de la química, se define interfase, donde la idea de “fase” la determinan las diferentes sustancias moleculares que existen y sus estados de agregación (sólido, líquido o gaseoso) y la interactividad entre fases se desarrolla en el caso que estas estén en contacto. Por lo tanto, “interfase” la utilizamos para definir aquellos actos donde existe contacto molecular, caso en el que intervienen directamente nuestros sentidos del tacto, gusto y olfato. Luego, de la electrónica, tomamos el concepto de interface, donde “face” alude al término anglosajón de superficie o cara. En este caso no existe ningún tipo de contacto molecular entre sujeto y objeto, dado que se trata de una interacción mas bien informativa en el que intervienen aspectos perceptuales y los sentidos que implica son el de vista y oído. Por último, detectamos una interfaz, la cual va más allá de ser interactiva o informativa, y la definimos como transubjetiva. Dicha transubjetividad plantea la existencia de un tercer sujeto ausente en la díada sujeto/objeto: el “experto”; aquel que verdaderamente conoce el funcionamiento de la interacción. El sujeto usuario que interactúa directamente con este tipo de objeto sólo es capaz de determinar causas y efectos prácticos o inmediatos; desconoce cuales son los mecanismos o procesos reales que hacen funcionar al objeto o al sistema.
Gonzalo José Bartha
*Este apunte surgió (al igual que el cuadro) a partir de un trabajo de investigación con la Lic. Susana Saulquin, realizado junto con el D.I. Daniel Arango y con el Ing. Marco Dondero

Apuntes sobre teoría memética

Apuntes sobre Teoría Memética

Publicado en Revista “Signos Vitales” Nº1 – Mar del Plata - Septiembre 2002

El término “Memética” deriva de MEME, y corresponde a la denominación que los actuales científicos en áreas de marketing, psicología y cognotivismo, como así también lingüistas y semiólogos, le dan a la “unidad de pensamiento”, entendida como una proposición o idea. Es decir, la “Memética” está considerada como el estudio científico de la diseminación y contagio de las ideas o rumores, independientemente de su veracidad.
En psicología social estudian los MEMES en función de su propagación sobre sistemas de creencias y sobre la cultura en general. Incluso, de acuerdo a sus efectos; de acuerdo a la observación objetiva basándose en su comportamiento, el MEME es considerado como un virus, con la capacidad de infectar un determinado “nicho social”. Aquello que directamente afecta es la estructura de pensamiento, alojándose en el individuo y manifestándose inmediatamente o luego de un proceso de incubación, desarrollando se capacidad de propagación e incluso mutando su estructura argumentativa según el individuo que lo alojó.
Aquellos científicos dedicados a la materia se encuentran estudiando la forma, el cómo, a través del cual los MEMES, siendo ideas ajenas a una persona, llegan a formar parte de ella misma, haciéndola aceptar conceptos que de otra manera le hubieran sido extraños. En este sentido el MEME es comprendido como un implante, incrustado en las capas consensuales de la realidad, cuya finalidad radica en transformar la visión del mundo, o bien su descripción.
Esbozada formalmente en el último capítulo de la obra “The Selfish Gene” (El Gen egoísta) del etólogo Richard Dawkins, esta teoría tiene sus precedentes en la obra “The ticket that exploded (El ticket que explotó), del escritor y poeta “beat” William Burroughs, y, en la actualidad, su mayor exponente es la obra “Thoutht Contagion” (Contagio de pensamiento) del físico Aaron Lynch, donde narra que “…Como un virus de ordenador que se transmite por Internet, o una epidemia de gripe que recorre una ciudad, los memes proliferan, programándose para su propia propagación…”.
También podemos hallar un antecedente del tema a través del singular narrador H.G. Wells, en su novela de ciencia ficción “Star Begotten” (Engendrado por una estrella) en la que plantea que a través de los rayos cósmicos, una inteligencia ajena a la humana y de naturaleza extraterrestre – presumiblemente marciana – introduce mutaciones genéticas capaces de cambiar la forma de pensar que tiene el Hombre. De esa forma, en vez de conquistar el planeta, con todos los riesgos que ello conlleva, lo que hacen es marcianizar a sus habitantes. Se me ocurre en este punto que vale la pena también recordar la obra de Goerge Orwell: “1984”, en la cual nos dice: “…Quien controla el pasado, controla el futuro. Quien controla el presente, controla el pasado…”
La aplicación, o dosificación, han observado que es llevada a cabo con historias espurias, aceptadas casi sin actitud crítica alguna y sin alusión a ningún tipo de verificación. Las críticas al respecto son tomadas por ataque y los que insisten en cuestionar las evidencias, son relegados al rango dudoso de escépticos, fascistas, comunistas, o lo que fuera; cualquier rótulo apropiado según la ocasión, incluso el de ser “peligrosos para el sistema”, o bien terroristas.
Los medios de difusión masiva contribuyen a dar un aura de respetabilidad a estas historias, logrando de manera muy curiosa, que si bien los especialistas han descubierto “el engaño” o “el montaje” y quiénes están detrás, siguen siendo creíbles y aceptadas por el público en general. Precisamente, lo que estas historias tienen en común con los MEMES, es que captan la atención y tienden a repetirse, a contagiarse; diseminando la forma de pensar correspondiente. Trasmutando la visión mental que se tiene del mundo en un momento dado, se cambia la interpretación del acontecimiento objetivo y, por lo tanto, se crea el molde de una nueva realidad acorde a los intereses de la “inteligencia” gestora de la manipulación.
El hecho de considerarlos como “montajes” o “engaños”, es debido a que normalmente las historias tejidas se encuentran basadas en un núcleo de realidad más o menos fantástica, pero en definitiva, terrestre y racional.
Los montajes o engaños son recursos entretenidos y encantadores. Algunos de ellos se niegan a morir con el paso del tiempo, a pesar de haber sido expuestos sus mecanismos, engranajes, y el núcleo mismo de realidad concreta alrededor del cual se hubo de tejer toda la historia. Algunos de los ejemplos citados por los investigadores son el caso Roswell, el Experimento Filadelfia, la llegada del hombre a la Luna, el caso Kennedy e incluso las actuales Torres Gemelas y toda la filosofía política neoliberal.
La mayoría de los artículos y libros que existen al respecto, tratan el tema casi desde una perspectiva apocalíptica, rodeándolo de connotaciones nocivas y dejando entrever un rastro de pánico ante la probabilidad de su uso como herramienta de complot, utilizada por unos pocos, para dirigir el pensamiento de las sociedades. También puede ocurrir que la Teoría Memética se trate del MEME del MEME, ya que a través del miedo puede lograrse confusión suficiente para que la “autoridad” (de acuerdo con Foucault) se deposite consensuadamente en el sitio equivocado, o bien que quede relegado a la insignificancia propia de una caricatura como “Pinki y Cerebro”.
Por otro lado, se me ocurre considerarlo de otra manera, en la cual, si su efecto es tal, del mismo modo que puede ser utilizada para efectos socialmente nocivos, también puede ser utilizada para efectos útiles y positivos en cuanto al desarrollo de los Hombres. En todo caso esto dependerá de quién lo aplique, y de sus intenciones. También dependerá del grado de conocimiento e información que cada individuo quiera tener respecto al tema, respecto a quién nos informa y, por qué no, respecto a quién nos gobierna.


Gonzalo J. Bartha