miércoles, 27 de junio de 2007

Apuntes para una teoría sobre diseño: lenguaje, comunicación, conducta

Lenguaje – comunicación – conducta

Un signo es algo que representa "algo" y a su vez en sí mismo se manifiesta "unidad cultural", que se define de acuerdo al entorno, siendo que a "la cultura" podemos entenderla como marco general y factible, a partir de que un sujeto racional establece la nueva función de un objeto; lo designa objeto "X" que cumple con la función "Y"; y luego con el tiempo sigue reconociéndolo como el objeto "X" que cumple con la función "Y". Luego, se convierte en "vehiculo de signo" para otros objetos; una convención ligada a una red simbólica y un sistema de diferencias. En este sentido, el sistema de objetos creados por el hombre se comporta de la misma forma que un lenguaje.
David K. Berlo, en su libro “El proceso de la comunicación”, establece que el fin propio de comunicarnos es influir en la conducta y el comportamiento de otros, e incluso el de uno mismo. Todo acto comunicativo implica una serie de elementos: una fuente, una intensión, la encodificación del mensaje, el mensaje en sí, el canal de transmisión, la recepción, la decodificación del mensaje recibido y por último el receptor. Cada uno de estos elementos, o pasos, están involucrados en el proceso proyectual. Los códigos que utiliza un diseñador son diferentes a los códigos utilizados por un escritor, por ejemplo, pero ambos persiguen un mismo fin: expresar y extender una idea o concepto (subjetivo u objetivo) a otros individuos. En el caso del diseñador, los elementos principales con los cuales encodificará el mensaje son el punto, la línea, el plano y el volumen. Los elementos secundarios serán aquellos que surgen del tratamiento morfológico aplicado a los elementos principales: torsión, estiramiento, superposición, intersección, etc, etc… Bien se puede analizar desde un punto de vista semántico o sintáctico, y aplicar en el objeto conceptos gramaticales.
Un elemento que complementa al lenguaje proyectual es “el color”. Sin embargo, el color, constituye un lenguaje en sí mismo. Al igual que los aromas u olores y los sonidos armónicos o disonantes, son códigos que no operan en un nivel puramente racional; constituyen lenguajes a un nivel, más bien, emocional y sensitivo conectado directamente con el plano inconsciente de la percepción. A través de las emociones y sensaciones que experimenta un individuo, su conducta y comportamiento también se ven afectados.
En función de estructurar la encodificación y decodificación del “lenguaje tridimensional” que nos contiene y reestructuramos, se ha desarrollado el concepto de la interfase/ce/z, el cual explica que, de algún modo el Hombre, siempre se valió y proyectó de acuerdo a sus necesidades, la interfase/ce/z necesaria para reestructurar su entorno y autosatisfacerse. La interfase/ce/z supone una forma de comunicación pluridireccional y simultánea del entorno total al que pertenece cada individuo. Somos parte y estamos sujetos a un texto infinito cuya reescritura es continua. La interfase/ce/z de los objetos y sujetos, y los sistemas que estos generan, también se encuentran articulados en forma semántica y sintáctica.
Considerar al objeto, y los elementos que lo componen, desde una perspectiva lingüística, no es nada nuevo. Implica un grado de interdisciplinariedad absoluta, dado que todo análisis al respecto no finaliza en el producto mismo: el entorno define al objeto, y el objeto redefine al entorno; y ambos modifican las conductas individuales o grupales de los usuarios. Dichas modificaciones, si las observamos desde un punto de vista comunicacional, son parte de un proceso tendiente a reducir la incertidumbre en diferentes niveles preceptuales.
Ahora bien, Bleger explica a la conducta como el resultado continuo y automático tendiente al equilibrio de tres factores: cuerpo-mente-entorno. La describe como un conjunto de operaciones por las cuales un organismo reduce las tensiones generadas por situaciones conflictivas de diferentes magnitudes, que lo motivan para llevar a cabo sus capacidades de la mejor forma posible. Sostiene que la conducta es funcional, dado que resuelve tenciones que derivan e implican conflictos (ambivalencia), que ocurre y es comprendida, sólo, dentro de un contexto y que responde a un grado de integración máximo del individuo.
Determinó tres áreas específicas e interactivas para la conducta: el área de la mente, encerrada en el área del cuerpo, y ambas, encerradas en el área del entorno. Cualquier modificación en una de ellas, afecta y modifica a las otras dos: un mango de herramienta mal diseñado (entorno), por citar un ejemplo muy simple, genera incomodidad prensil (cuerpo) a lo largo de una tarea, generando mal humor en el operario (mente), e ineficacia en tareas de largo plazo.
Otro ejemplo citable es el de Bernd Löbach en su libro "Diseño Industrial", quién hace referencia a la irresponsabilidad sufrida por ciertas instalaciones públicas (baños), indicando que normalmente no se tiene conciencia individual de la copropiedad de estos productos por una distorsionada relación con el objeto. Agrega que dichos aseos públicos provistos por el gobierno alemán, desde su configuración remiten a la rigidez del sistema social que los contiene como individuos, y que la destrucción de estos objetos es una forma de expresar disconformidad y desacuerdo. Dicho ejemplo, Löbach lo sita para sostener que la configuración de un producto influye en la conducta del usuario.
Gonzalo José Bartha